En las intrincadas telarañas de las escarpadas montañas y húmedos valles de mi vereda, de donde desprenden abundantes creaciones como hojas de sus tupidos tallos que conspiran en una danza impredecible, hemos afirmado nuestra existencia en el clásico principio de “ceteris páribus”, en medio de cambiantes microclimas y fluctuantes alturas, desentrañar el secreto de cómo una sola variable puede fluir sin perturbar la armonía del todo. Una odisea a través de incertidumbres culturales y desafíos climáticos, donde las páginas del tiempo se despliegan con la esperanza de encontrar la ecuación perfecta para convivir en equilibrio con la naturaleza misma.